domingo, 31 de julio de 2011


 algo de Mayra Lisseth Hernández  Salazar


                                         

Para empezar se trata de Mayra, es lunes, son las diez de la mañana y el cielo está tan sombrío y  gris como  un periódico arrugado. Sentada a mi lado, frente  a un anuncio  de previsión sexual: No permitas que tu paso por la Universidad sea embarazoso. Se acomoda en el banquito, cruza sus pernas  y   busca  con afán entre su maletín algún objeto,  mientras yo la observo detenidamente.  Calza unos  zapaticos negros y viste un buzo  blanco junto a una minifalda de jean. De repente me mira y  saca una pequeña libreta con el logo de almacenes  Éxito, empresa donde  laboraba anteriormente. Ahora sí, empecemos -dijo
Escucha con atención y trata de escribir algo sobre mí. Mi colegio y algunos gustos personales sentada en el   banquito, ahí mismo en   edificio de Ciencias Humanas. Existente estructura  de  seis niveles. Escribe algunos apuntes, pero la interrumpe un amigo, y luego otro. Mayra los recibe con una sonrisa que luego se apaga con los minutos.  Malas noticias; ¡Mierda! La disertación de francés. No sabía que era para mañana - expresó. La embarga una mezcla de miedo y preocupación. Charla un minuto más con sus amigos, hasta que  por fin se marchan. Mira de nuevo el reloj 10: 40 am.  Se tranquiliza, tengo tiempo, la haré en la noche. Ahora sí  empecemos – dijo de nuevo .Conversó con fluidez, y varias expresiones en su rostro. Después de  un lapso, pensé…    algo de Mayra Lisseth Hernández  Salazar, algo que no se ve a simple vista. A Maya le gusta el dulce, sobretodo el arequipe. Suele comer  una pequeña cantidad antes de ir a dormir. Maya nunca fue esa nenita de papá. Ha sido independiente, exitosa  y ha conseguido lo que ha querido, salvo un novio. Aunque no es algo que le preocupe, disfruta su soltería más que los dulces de su tierra: Málaga.  Es un ensamble de mujer seria, aunque  algo recochera y  suele sonrojarse con facilidad, dice ser  una mujer  tímida.
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Miró por última vez  su reloj 11: 20 am. Guardó su libretica, se levantó, se despidió amablemente de  mí y se dirigió a la parada a  tomar su acostumbrada ruta Trans Piedecuesta.



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