domingo, 7 de agosto de 2011

Disculpe señor, me podría llevar por mil pesos ?



Súbase mona, fueron las palabras del conductor. Inmediatamente me embarque en la ruta Florida, letrero azul, con letras blancas de la empresa Cotrander. Me abrió la puerta de atrás y subí mientras  él aceleraba el autobús.


La historia comenzó a las 10:55 de la mañana en la calle novena. Ese día decidí que allí lo haría. Estaba nerviosa, no sabía  ni como decirlo ni cómo hacerlo, pero lo único que tenía claro era que lo debía hacerlo. No era una cosa del otro mundo, era algo muy simple que  la mayoría de estudiantes acostumbran a hacer cuando su presupuesto es mínimo. Mientras  me convencía de hacerlo  bajaba por esa misma calle, me atacaba el temor, pero sobre todo la vergüenza de que alguien conocido me viera en esa situación. Así que seguí bajando  hasta llegar a la esquina del billar. Me senté en la acera a pensar que le  iba a decir al conductor y como se lo iba a decir. Debía ser algo breve y amistoso-: Amigo, me lleva por 1000 pesos o  tal vez; disculpe  señor me podría llevar por mil pesos, Gracias,  de verdad muchas gracias.  A la larga resolví  que fuera  espontaneo. Semejante cosa tan sencilla y estaba tan   acobardada. Dejé pasar el primer bus  por indecisión  .Después de unos 10 minutos   venía  de nuevo  Florida. Levanté la mano y el bus se detuvo. Era  el momento, le decía  de una vez, o me hacia la loca y pagaba el pasaje sin darle más vueltas al asunto. Me tire al agua, me asome por la ventana y le hablé rápidamente al conductor, pero este no me escuchó, tal vez  porque en su autobús  sonaba a todo volumen una  de las hermosas melodías de  Javier Martínez.Así que lo intente de nuevo, le hablé está vez por la puerta: disculpe señor me podría llevar por mil pesos, gracias,  de verdad muchas gracias.  ¿Suerte de principiante? Sí. Me embarqué por la puerta de atrás  y me acomodé en el penúltimo asiento  a la derecha. Siempre en la ventana. El bus estaba vacío, excepto por  una rubia de tacones plata, un estudiante del Colegio Santander  y el profesor  Rafael Barragán.

 Lo que temía ya había sucedido, alguien conocido en el bus y lo había visto todo. Me achanté, le sonreí sin ánimo y me senté detrás de él. Desde mi asiento podía ver las llaves que tenía en su mano junto a un llavero blanco como sus  pocas canas.Deje de observarlo pues lo vergonzoso ya había sucedido y me entretuve en la ventana  a mirar  parte de las calzadas y las aceras: taxis, puestos de comida, venta de minutos, parques, almacenes y camisetas de la selección Colombia que ese mismo viernes jugaría frente a Corea en el Estadio El  Campín.  Al final del día  la selección de  Colombia terminaría  ganando uno a cero. Tremendo marcador.


Estando en la treinta y tres se subió una  vendedora ambulante ágilmente, muy joven por cierto, vestía una camisa escotada de color rojo y un jean desgastado. Se veía agotaba por su labor pues no es siempre fácil esperar en los andenes o en los semáforos en rojo. Caminar al acecho, con un ojo mirando hacia adelante y otro hacia la calle. Buscando un bus con la puerta abierta que no esté ni muy lleno ni muy vacío. Cuando lo encuentra, se pone en marcha. Se sube de un solo salto, como león dando un zarpazo.  En verdad estos vendedores son más rápidos que el conductor, que casi nunca logra cerrarles la puerta en la cara. Con la misma agilidad se saltan la registradora del vehículo.

Algunos pagan el pasaje pero esta joven da una muestra  gratis al conductor por la oportunidad de trabajo. Se acomodo detrás de la registradora con una bolsa de dulces en su mano derecha. Se paró frente al resto   y comenzó su discurso: "Buenas días damas y caballeros. Discúlpenme si se encontraban conversando o meditando. Permítame presentarles este nuevo producto llamado Crazy Wafer una rica galleta que viene entres sabores: vainilla, chocolate y fresa. Amigos la unidad le vale 400 pero para su mayor economía lleve las tres en mil. El discurso sigue, en muchos casos, con la versión de un minuto del drama de su vida. Todos los relatos se parecen: "Tengo bocas que alimentar", "me ha sido imposible conseguir un trabajo", "este medio de transporte me ha dado la oportunidad de llevarles el pan a mis hijos que viven conmigo en una pieza". Y finalmente: "Recuerden no botar el papelito dentro del vehículo‘’ .


Después de su discurso se baja  y al rato toma otro bus con la intención de vender sus galletas para poder sobrevivir. Al llegar al puente de la Flora ya se habían bajado los tres personajes que habían iniciado conmigo el trayecto, y ahora uno más se montaba en el  bus. Una abuelita de piel pecosa, cabello corto,  camisa de lentejuelas y un pantalón de tela que combinaba con su bolso beis. Se sentó a mi lado. Sólo murmuraba del  calor que hacia mientras yo me acomodaba mis audífonos. Después de pasar por cabecera, conucos y pedregosa, llego al caí del Niza donde me dispongo a bajarme, la abuelita  que está a mi lado se adelanta y grita: Parada señor. Mientras yo intento esquivar un  gordo maloliente que está antecito de la  puerta. Se baja la abuelita y seguidamente yo. Pensaría que vive en la misma cuadra  mía pero no, llega a una cosa blanca, se arregla su cabello y toca la puerta, ella entra  y un  joven la recibe alegremente mientras  yo sigo el camino a  mi casa, una cuadra más allá ,donde mi mamá me abre la puerta y como de costumbre me pregunta cómo me fue.

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